viernes, octubre 03, 2008

La desnudez


La desnudez como tal debe ser un invento de los curas, pues todo el mundo sabe gracias a ese macabro libro de aventuras llamado Biblia que Dios nos trajo al mundo desprovistos de ropa, con lo cual se deduce que la desnudez se inventó antes que la ropa y, por lo tanto, sin ropa uno está desnudo de la misma forma que no lo estaría en caso de que la ropa no existiese, o sea al principio de los tiempos, de forma que sin ropa no hay desnudez y viceversa, completando así un círculo vicioso similar al del yin y el yan, el bien y el mal, y haciéndonos comprender de un modo harto doloroso que la desnudez, originalmente, no era tal, sino que constituía la naturaleza original del hombre y hacía de nosotros animales libres, desprejuiciados y muy sexuales, al menos hasta que Eva la cagó comiendo manzanas prohibidas del árbol de la serpiente y condenándonos a pasar el resto de la existencia fuera del jardín del Edén (que por entonces era más elitista que el pazo de Meirás y Pachá juntos), donde sí hace frío y sí se necesita protección, es decir, abrigo, es decir, ropa, y donde se empezarían a crear los primeros pudores dando pie a la Iglesia para justificar, años más tarde, la escabrosidad de la desnudez con incontestables argumentos basados fundamentalmente en las amenazas y el terror, y la simbiosis emocional que los curas, de quienes sabemos son pérfidos además de frioleros, sintieron con el génesis bíblico y sus intríngulis de alcoba, esto es, para adoctrinar a la humanidad sobre el castigo divino al que el sexo opuesto está condenado por el resto de sus días como sanción por su imprudencia histórica al comer del árbol equivocado, pasando a la posteridad como objetos sexuales en manos de generaciones y generaciones de babosos ávidos por estampar su (alegórica) desnudez en elegantes pósteres colgados en las grasientas paredes de su taller de repuestos mecánicos favorito, al tiempo que en los púlpitos son denunciadas por los temibles curas, quienes por cierto gustan de vestir con divertidas faldas de reminiscencia estética claramente femenina (aquí debe haber algún rollo metafísico que se me escapa), en un gesto de desafío moral contradictorio que no debería extrañarnos a nosotros, los vestidos, pudorosos y miserables mortales de a pie, pues como ya hemos dicho los curas son los primeros sospechosos de publicitar la misma leyenda sobre la desnudez que hoy nos impide andar en bolas por la calle sin que nos llame la atención ningún burócrata de la autoridad civil con el cejo fruncido y la porra (la suya) tamborileando graciosamente en la callosa palma de su mano.

3 :

Anonymous Anónimo Excretó esto...

Vamos a ver, llevo una hora mirando a la chica del vídeo a ver si se da la vuelta y le veo el culete, y no.

viernes, 03 octubre, 2008  
Anonymous Anónimo Excretó esto...

Basta de abusos.

sábado, 04 octubre, 2008  
Anonymous Anónimo Excretó esto...

¡El dolor!

sábado, 04 octubre, 2008  

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